Post by aeiffel on Sept 22, 2005 20:52:12 GMT -5
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Siempre fuí centro de atención. Después de un tanto las mirradas recaían en mí esperando escuchar mi historia. Ahora sólo deseo ser recordado; esperanza que renace cuando escucho voces afuera de la oscuridad que habito. Cada vez es menos frecuente.
No recuerdo con quién empecé, pero fui pasando por entre la soldadesca. Una noche la milicia entró a un pueblo pequeño huyendo de disparos lejanos. Tras
varias botellas comenzaron los problemas. Mi dueño cayó victima del destilado mientras algunos de sus compañeros molestaban a las muchachas hasta que empezaran a llorar. Fuí robado y allí tome mis primeras dos vidas.
Huimos toda la noche hasta haber cambiado de estado. Nunca volvimos. Desde entonces construimos una historia juntos. Me convertí en leyenda sin quererlo
y otras ocho lapidas llevaron mi firma.
Finalmente pasé de ser compañero de aventuras a compadre de recuerdos. Siempre lustrado y listo para lo que se ofreciese o para recordar, una por una, las
diez mortajas que con el tiempo parecían ser cientos y luego ninguna. Después me enteré que me quedé sólo. Murió en cama y sin plomo en el cuerpo.
Pasé a habitar la oscuridad al fondo del armario, ya nunca más lustrado. Con todos los recuerdos listos para ser contados de nuevo. Pero el tiempo
apuñala con olvido y por la falta de atención estoy muriendo.
En mi lecho de polvo vuelvo a ver la luz una vez más, la última. Lo sé. Es él. Varios años más joven de cuando nos conocimos. Ha venido por mí para llevarme a seguir juntos nuestras aventuras por siempre. Me toma con sus manos torpes, inexpertas. Sé que es el fin. Lanzó mi último suspiro.
Once vidas tomé.
Trabajando en la versión para coincidir en los tiempos, pero mientras, ¡comentarios!
Siempre fuí centro de atención. Después de un tanto las mirradas recaían en mí esperando escuchar mi historia. Ahora sólo deseo ser recordado; esperanza que renace cuando escucho voces afuera de la oscuridad que habito. Cada vez es menos frecuente.
No recuerdo con quién empecé, pero fui pasando por entre la soldadesca. Una noche la milicia entró a un pueblo pequeño huyendo de disparos lejanos. Tras
varias botellas comenzaron los problemas. Mi dueño cayó victima del destilado mientras algunos de sus compañeros molestaban a las muchachas hasta que empezaran a llorar. Fuí robado y allí tome mis primeras dos vidas.
Huimos toda la noche hasta haber cambiado de estado. Nunca volvimos. Desde entonces construimos una historia juntos. Me convertí en leyenda sin quererlo
y otras ocho lapidas llevaron mi firma.
Finalmente pasé de ser compañero de aventuras a compadre de recuerdos. Siempre lustrado y listo para lo que se ofreciese o para recordar, una por una, las
diez mortajas que con el tiempo parecían ser cientos y luego ninguna. Después me enteré que me quedé sólo. Murió en cama y sin plomo en el cuerpo.
Pasé a habitar la oscuridad al fondo del armario, ya nunca más lustrado. Con todos los recuerdos listos para ser contados de nuevo. Pero el tiempo
apuñala con olvido y por la falta de atención estoy muriendo.
En mi lecho de polvo vuelvo a ver la luz una vez más, la última. Lo sé. Es él. Varios años más joven de cuando nos conocimos. Ha venido por mí para llevarme a seguir juntos nuestras aventuras por siempre. Me toma con sus manos torpes, inexpertas. Sé que es el fin. Lanzó mi último suspiro.
Once vidas tomé.
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