Post by krak696 on Sept 26, 2005 4:40:09 GMT -5
El Foco (... y yo aquí arriba)
No llevo mucho tiempo aquí, pero gracias a mi posición ya sé más que todos. Sé que la anciana del cuarto tiene tres puntos calvos en la cabeza, que aún por las noches y con la ayuda de enormes colores rojizos y a veces púrpura, revive dedicada las uñas de sus inútiles pies; que antes de dormir, mirándome de frente y con los ojos aguados, asiste sola al funeral de su vida. Sé que el florero era un imbécil y que esta imbecilidad era tal que le provocó la muerte, que la cama traicionera espera paciente la muerte de la mujer reseca y que ésta más bien se aferra a ella como queriendo retrasar su partida. Sé que el oloroso ropero es el de mayor presencia en este cuarto y que todos aquí lo miran celosos porque les recuerda sus fútiles inicios, su mínima existencia y su inevitable desaparición; y que aún después de que todo eso ocurra, él, gigante seguirá allí.
La anciana duerme en un charco de arenas movedizas, sobre el que estas ratas grises han decidido hacer su nido, en el que la mujer se ahoga y lentamente se va perdiendo. A mí el polvo me satura, siento que la pesadez se cuelga de mi y no se va, que está a punto de arrancarme del techo y hacerme caer al mismo nido de inexistentes roídos periódicos viejos en el que esta mujer día tras día se revuelca, tapizado de historias gastadas o nunca acontecidas que sólo la anciana recuerda y que a nadie más importan, de jirones de papel amarillento a los que marchita se aferra y con los que se envuelve todas las noches para conciliar el sueño. El aire es inmóvil y espeso, no puedo vivir aquí. El cansancio me hace ser penumbra y la penumbra poco a poco me derrota en oscuridad, lo peor es que sé que al igual que los demás, no tengo salida. No tengo salida más que la de entregarme a ese mismísimo océano sin luz al que toda mi vida he dedicado a evaporar y que ahora solo espero que me ahogue, pero a diferencia de la de aquel decrepito florero, la mía será una partida gloriosa y feliz, porque también sé, que una vez fuera, una vida nueva me espera en el más allá.
-Mamá el foco de la alacena ya se te fundió, ¿No tienes otro por allí?-
Oh, la esperanza…
No llevo mucho tiempo aquí, pero gracias a mi posición ya sé más que todos. Sé que la anciana del cuarto tiene tres puntos calvos en la cabeza, que aún por las noches y con la ayuda de enormes colores rojizos y a veces púrpura, revive dedicada las uñas de sus inútiles pies; que antes de dormir, mirándome de frente y con los ojos aguados, asiste sola al funeral de su vida. Sé que el florero era un imbécil y que esta imbecilidad era tal que le provocó la muerte, que la cama traicionera espera paciente la muerte de la mujer reseca y que ésta más bien se aferra a ella como queriendo retrasar su partida. Sé que el oloroso ropero es el de mayor presencia en este cuarto y que todos aquí lo miran celosos porque les recuerda sus fútiles inicios, su mínima existencia y su inevitable desaparición; y que aún después de que todo eso ocurra, él, gigante seguirá allí.
La anciana duerme en un charco de arenas movedizas, sobre el que estas ratas grises han decidido hacer su nido, en el que la mujer se ahoga y lentamente se va perdiendo. A mí el polvo me satura, siento que la pesadez se cuelga de mi y no se va, que está a punto de arrancarme del techo y hacerme caer al mismo nido de inexistentes roídos periódicos viejos en el que esta mujer día tras día se revuelca, tapizado de historias gastadas o nunca acontecidas que sólo la anciana recuerda y que a nadie más importan, de jirones de papel amarillento a los que marchita se aferra y con los que se envuelve todas las noches para conciliar el sueño. El aire es inmóvil y espeso, no puedo vivir aquí. El cansancio me hace ser penumbra y la penumbra poco a poco me derrota en oscuridad, lo peor es que sé que al igual que los demás, no tengo salida. No tengo salida más que la de entregarme a ese mismísimo océano sin luz al que toda mi vida he dedicado a evaporar y que ahora solo espero que me ahogue, pero a diferencia de la de aquel decrepito florero, la mía será una partida gloriosa y feliz, porque también sé, que una vez fuera, una vida nueva me espera en el más allá.
-Mamá el foco de la alacena ya se te fundió, ¿No tienes otro por allí?-
Oh, la esperanza…