Post by deni on Sept 27, 2005 17:07:15 GMT -5
Lunas de Miel
Pues yo lo único que sé es que Don Ruperto era un hombre de un gran corazón. Sencillo, si, pero amable y humilde. Lo sé porque siempre me contaba todo, y yo se lo contaba a su hermano.
Me contó que los papás de Gertrudis los obligaron a casarse porque habían hecho algo indebido y sucio, y que ahora, junto con un vientre de 3 meses de ancho, debían solucionarlo, pero también recuerdo que las exactas palabras que Ruperto me dijo fueron: “Su belleza le ganó a mi cordura, no pude contenerme… fue tan especial.”
A mi me consta que él la amaba, pero para ella, él era solo un error.
Una tarde un tal Lalo marcó, y por desgracia Gertrudis alcanzó a levantarme antes de que el último ring terminara de sonar. En seguida me di cuenta de que mi hermana que vive en el piso de abajo también había sido levantada, pero no hablaba nada, estaba completamente callada. Después de que Gertrudis terminó sus infames confesiones, mi hermana me contó el suspiro de Don Ruperto. El lo había escuchado todo.
Después de esa llamada sus vidas se tornaron grises.
Nunca le dijo nada a Gertrudis, porque yo sé que la seguía amando, y tal vez tenía la esperanza de que algún día se arrepintiera.
Pero los años pasaron, y el número de llamadas aumentaron, y las voces del otro lado del auricular cambiaban cada mes.
Poco a poco el carácter de Don Ruperto se tornó oscuro, lleno de ira, de tristeza y decepción. Se volvió un tipo celoso y amargado.
Ya casi no venía a la casa, y ya no me contaba nada. Yo me sentí triste porque quería ayudarlo, pero no podía hacerlo si no hablaba conmigo.
Un día me tomó y yo me sentí feliz, porque al fin lo consolaría. Pero cuando escuché la primera frase, mi felicidad se convirtió en escalofríos. Me contó que noche tras noche, nadando entre alcohol buscaba a los hombres que le habían arrebatado su felicidad; me contó que robó un arma, y me confesó que con ella quitó la vida a los ocho hombres que se la quitaron a él.
Esa fue la última vez que escuché su voz susurrándome al oído.
Poco después lo vi acostarse, pero jamás se volvió a levantar.
Dení Mahetsi
Pues yo lo único que sé es que Don Ruperto era un hombre de un gran corazón. Sencillo, si, pero amable y humilde. Lo sé porque siempre me contaba todo, y yo se lo contaba a su hermano.
Me contó que los papás de Gertrudis los obligaron a casarse porque habían hecho algo indebido y sucio, y que ahora, junto con un vientre de 3 meses de ancho, debían solucionarlo, pero también recuerdo que las exactas palabras que Ruperto me dijo fueron: “Su belleza le ganó a mi cordura, no pude contenerme… fue tan especial.”
A mi me consta que él la amaba, pero para ella, él era solo un error.
Una tarde un tal Lalo marcó, y por desgracia Gertrudis alcanzó a levantarme antes de que el último ring terminara de sonar. En seguida me di cuenta de que mi hermana que vive en el piso de abajo también había sido levantada, pero no hablaba nada, estaba completamente callada. Después de que Gertrudis terminó sus infames confesiones, mi hermana me contó el suspiro de Don Ruperto. El lo había escuchado todo.
Después de esa llamada sus vidas se tornaron grises.
Nunca le dijo nada a Gertrudis, porque yo sé que la seguía amando, y tal vez tenía la esperanza de que algún día se arrepintiera.
Pero los años pasaron, y el número de llamadas aumentaron, y las voces del otro lado del auricular cambiaban cada mes.
Poco a poco el carácter de Don Ruperto se tornó oscuro, lleno de ira, de tristeza y decepción. Se volvió un tipo celoso y amargado.
Ya casi no venía a la casa, y ya no me contaba nada. Yo me sentí triste porque quería ayudarlo, pero no podía hacerlo si no hablaba conmigo.
Un día me tomó y yo me sentí feliz, porque al fin lo consolaría. Pero cuando escuché la primera frase, mi felicidad se convirtió en escalofríos. Me contó que noche tras noche, nadando entre alcohol buscaba a los hombres que le habían arrebatado su felicidad; me contó que robó un arma, y me confesó que con ella quitó la vida a los ocho hombres que se la quitaron a él.
Esa fue la última vez que escuché su voz susurrándome al oído.
Poco después lo vi acostarse, pero jamás se volvió a levantar.
Dení Mahetsi