Post by amer on Oct 3, 2005 17:50:12 GMT -5
Siento que me falta el aire y que la cabeza me va a estallar; mis amigos y mi doctor dicen que es por todo el estrés que he recibido, pero yo sé que es porque mi amada se encuentra distante y taciturna. Aunque vivimos en la misma casa nos hemos convertido en dos extraños. Ella permanece encerrada en su cuarto y yo me encargo de los negocios. Su piel se ve más pálida y sin embargo eso la hace que sea más bella.
Hoy comimos juntos, platicamos más que otras veces, aunque sólo de temas superficiales. Todo sucedió como antes: nos retiramos a la biblioteca para estar un momento a solas, lejos de la servidumbre. Cada quien en su propio libro, no más charla. Me levantó y camino hacia ella.
-Estas muy pálida, deberías salir a dar un paseo conmigo.
-No gracias
-Me puedes decir qué es lo que te pasa- tomo su mano con mucha fuerza, sus ojos se mueven velozmente tratando de entender que es lo que yo quiero.
-Nada…
La suelto, pero sigo molesto y ella lo sabe. La alfombra apaga el sonido de sus pasos, suavemente mueve mi cabeza con una de sus manos; sus ojos están húmedos.
-Querido hermano, lo que me molesta es que no importa lo que hayas hecho, te amaré siempre, muy a mi pesar y al de los demás.
Mis ojos brillan de alegría, me apresuro a abrazarla fuertemente. Nuestros labios se unen y la gloria negada por semanas me es regalada sin mayor dificultad. Lo único cierto es que la amo, aquí y ahora. Ella es mía. Mis besos que al principio son tiernos y cuidadosos, se vuelven cada vez más rápidos y febriles, la necesito como nunca pensé necesitar a alguien. Ella se detiene, yo me alejo un poco y veo pequeñas perlas rodar por sus mejillas. Me detengo, me preocupa que la haya lastimado de alguna manera. Sintiéndose libre de mis manos, ella corre fuera de la biblioteca, dejándome de nuevo solo con mis pensamientos. Segundos después escucho el golpe de la puerta principal, me aproximo a la ventana. Veo que está lloviendo y veo a mi amada correr en dirección al parque. Regresó a mi sillón, ella necesita tiempo para pensar.
Son las ocho de la noche, tomo mi libro que he dejado, sólo me faltan unos capítulos. Cerca de las diez y media termino de leer, ella aún no regresa, la lluvia sigue cayendo. Tal vez se ha ido a casa de una amiga.
Tomo mi diario, me servirá de algo anotar algunas cosas para tranquilizarme. Paso rápidamente las hojas, una me llama la atención, sólo dice No más secretos, ese día esta muy grabado en mi memoria, pues pasó en este mismo lugar. Un día como hoy, cuando nuestro impedimento para estar juntos, entró a la habitación. Permaneció en silencio, no hubo amenaza; me enteré al otro día que mamá mandaba a mi hermana lejos de mí. Ni siquiera lo pensé, era un simple inconveniente a quitar de mi camino, así que lo hice. Aquel monstruo que nos separaba, murió a los pocos días, marcando nuestra separación. Un sonido en la puerta me sacó de mi pensamiento, seguro era mi amada. Para mi desolación era el ama de llaves. Salí a buscarla en medio de la lluvia, siguiendo la dirección que ella había tomado. Llegué al parque donde vi la imagen más bella del mundo: un ángel que descansaba en medio de la lluvia con sus cabellos como ríos que pertenecen al pasto.
Sus ojos esmeralda se encontraron con los míos. Alarmada por mi presencia se levantó rápidamente. Por un segundo mi corazón brincó al verla caer, corrí a tomar su frágil cuerpo entre mis brazos. La levanté y la cubrí con mi saco, la llevé a casa. Cambié su ropa y sequé su cuerpo, cepille su cabello y lo dejé suelto, le puse su vestido blanco que tan bien se le veía. La coloque en su cama, encendí una vela en la mesa cerca de la cama, entonces contemple a mi ángel dormir con tranquilidad. Me acosté a su lado, rodeé su helada cintura y besé con furia sus labios. Acaricie su piel, recordando cada curva, bebiendo el elixir que quedaba en su boca. Por un momento sentí que me fundía con ella, ya no me importaba el frío de su cuerpo, sabía que ya no era posible que la apartaran de mi lado.
Amer Sarima
Hoy comimos juntos, platicamos más que otras veces, aunque sólo de temas superficiales. Todo sucedió como antes: nos retiramos a la biblioteca para estar un momento a solas, lejos de la servidumbre. Cada quien en su propio libro, no más charla. Me levantó y camino hacia ella.
-Estas muy pálida, deberías salir a dar un paseo conmigo.
-No gracias
-Me puedes decir qué es lo que te pasa- tomo su mano con mucha fuerza, sus ojos se mueven velozmente tratando de entender que es lo que yo quiero.
-Nada…
La suelto, pero sigo molesto y ella lo sabe. La alfombra apaga el sonido de sus pasos, suavemente mueve mi cabeza con una de sus manos; sus ojos están húmedos.
-Querido hermano, lo que me molesta es que no importa lo que hayas hecho, te amaré siempre, muy a mi pesar y al de los demás.
Mis ojos brillan de alegría, me apresuro a abrazarla fuertemente. Nuestros labios se unen y la gloria negada por semanas me es regalada sin mayor dificultad. Lo único cierto es que la amo, aquí y ahora. Ella es mía. Mis besos que al principio son tiernos y cuidadosos, se vuelven cada vez más rápidos y febriles, la necesito como nunca pensé necesitar a alguien. Ella se detiene, yo me alejo un poco y veo pequeñas perlas rodar por sus mejillas. Me detengo, me preocupa que la haya lastimado de alguna manera. Sintiéndose libre de mis manos, ella corre fuera de la biblioteca, dejándome de nuevo solo con mis pensamientos. Segundos después escucho el golpe de la puerta principal, me aproximo a la ventana. Veo que está lloviendo y veo a mi amada correr en dirección al parque. Regresó a mi sillón, ella necesita tiempo para pensar.
Son las ocho de la noche, tomo mi libro que he dejado, sólo me faltan unos capítulos. Cerca de las diez y media termino de leer, ella aún no regresa, la lluvia sigue cayendo. Tal vez se ha ido a casa de una amiga.
Tomo mi diario, me servirá de algo anotar algunas cosas para tranquilizarme. Paso rápidamente las hojas, una me llama la atención, sólo dice No más secretos, ese día esta muy grabado en mi memoria, pues pasó en este mismo lugar. Un día como hoy, cuando nuestro impedimento para estar juntos, entró a la habitación. Permaneció en silencio, no hubo amenaza; me enteré al otro día que mamá mandaba a mi hermana lejos de mí. Ni siquiera lo pensé, era un simple inconveniente a quitar de mi camino, así que lo hice. Aquel monstruo que nos separaba, murió a los pocos días, marcando nuestra separación. Un sonido en la puerta me sacó de mi pensamiento, seguro era mi amada. Para mi desolación era el ama de llaves. Salí a buscarla en medio de la lluvia, siguiendo la dirección que ella había tomado. Llegué al parque donde vi la imagen más bella del mundo: un ángel que descansaba en medio de la lluvia con sus cabellos como ríos que pertenecen al pasto.
Sus ojos esmeralda se encontraron con los míos. Alarmada por mi presencia se levantó rápidamente. Por un segundo mi corazón brincó al verla caer, corrí a tomar su frágil cuerpo entre mis brazos. La levanté y la cubrí con mi saco, la llevé a casa. Cambié su ropa y sequé su cuerpo, cepille su cabello y lo dejé suelto, le puse su vestido blanco que tan bien se le veía. La coloque en su cama, encendí una vela en la mesa cerca de la cama, entonces contemple a mi ángel dormir con tranquilidad. Me acosté a su lado, rodeé su helada cintura y besé con furia sus labios. Acaricie su piel, recordando cada curva, bebiendo el elixir que quedaba en su boca. Por un momento sentí que me fundía con ella, ya no me importaba el frío de su cuerpo, sabía que ya no era posible que la apartaran de mi lado.
Amer Sarima