Post by chavo on Oct 23, 2005 22:54:29 GMT -5
Gotas de vida
Seguía caminando bajo el compás de una lluvia flamenca, ahogado en sus pensamientos, cansado de no parpadear, harto de fatiga, apestando a asfalto viejo y sin una luna que alumbrara el camino. Faltaban 2 kilómetros para regresar a casa cuando lentamente disminuyó su velocidad hasta detenerse, dejó de sentir el picoteo de las gotas de lluvia sobre su espalda y al alzar la mirada vio cómo la velocidad de la precipitación se trababa hasta suspenderse en el aire. Frunció el ceño, jamás había contemplado infinitas gotas de agua estacionadas en el espacio. Alzó el dedo y tocó una que al contacto se deshizo formando un riachuelo sobre su mano. Dio un paso y observó que a pesar de empaparse con aquella cortina punteada el resto seguía inmóvil. Sacó la lengua para probar un conjunto de aquellos cristales y percibió una extensa gama de sabores. Lo hizo a granel y la primera le supo a fresas dulces que le regalaba su padre cuando era niño, otra tenía el sabor de las grageas que su abuela Carmela escondía en el armario, la siguiente sabía a sangre con tierra como la vez que en la escuela nadie lo ayudó, una le supo al caramelo de un extraño que comió a pesar de las advertencias de su madre, aquella sabía a su primer beso, esta sabía al cigarro número 17 durante un insomnio, la de adelante era como el vino chileno que bebió con José su hermano hasta embriagarse, al lado probó una mezcla de sudor y llanto como la del día de navidad en que lo asaltaron, al opuesto encontró el sabor a mierda de establo que le hicieron tragarse un día por defender a su primo, un poco más arriba se deleitó con el té de manzana que los jueves por la noche prepara su querida Fernanda, por otro lado degustó los sobres donde enviaba hasta Francia cartas a su padre desconocido, un poco a la derecha la gota sabía como el café de la segunda noche del funeral de la tía Chofi.
Hubiera continuado saboreando cada uno de esos momentos encapsulados si no fuera porque al agachar la mirada contempló la simetría de su sombra. Con los ojos paralizados se volvió a su espalda mientras la lluvia empezaba a caer otra vez, sólo que ahora tan aprisa que formaba un millar de hebras de agua; aún así pudo distinguir cómo un par de luces avanzaban destruyendo poco a poco aquellos hilos transparentes. No se movió, únicamente cerró los ojos. Después del impacto sintió un tremendo alivio; se quedó con los brazos extendidos como si quisiera abrazar las interminables hostias que le caían del cielo pero su cuerpo, casi inerte, sólo abrió la boca para probar sus últimos instantes de vida en gotas de lluvia.
chavo lecona
Seguía caminando bajo el compás de una lluvia flamenca, ahogado en sus pensamientos, cansado de no parpadear, harto de fatiga, apestando a asfalto viejo y sin una luna que alumbrara el camino. Faltaban 2 kilómetros para regresar a casa cuando lentamente disminuyó su velocidad hasta detenerse, dejó de sentir el picoteo de las gotas de lluvia sobre su espalda y al alzar la mirada vio cómo la velocidad de la precipitación se trababa hasta suspenderse en el aire. Frunció el ceño, jamás había contemplado infinitas gotas de agua estacionadas en el espacio. Alzó el dedo y tocó una que al contacto se deshizo formando un riachuelo sobre su mano. Dio un paso y observó que a pesar de empaparse con aquella cortina punteada el resto seguía inmóvil. Sacó la lengua para probar un conjunto de aquellos cristales y percibió una extensa gama de sabores. Lo hizo a granel y la primera le supo a fresas dulces que le regalaba su padre cuando era niño, otra tenía el sabor de las grageas que su abuela Carmela escondía en el armario, la siguiente sabía a sangre con tierra como la vez que en la escuela nadie lo ayudó, una le supo al caramelo de un extraño que comió a pesar de las advertencias de su madre, aquella sabía a su primer beso, esta sabía al cigarro número 17 durante un insomnio, la de adelante era como el vino chileno que bebió con José su hermano hasta embriagarse, al lado probó una mezcla de sudor y llanto como la del día de navidad en que lo asaltaron, al opuesto encontró el sabor a mierda de establo que le hicieron tragarse un día por defender a su primo, un poco más arriba se deleitó con el té de manzana que los jueves por la noche prepara su querida Fernanda, por otro lado degustó los sobres donde enviaba hasta Francia cartas a su padre desconocido, un poco a la derecha la gota sabía como el café de la segunda noche del funeral de la tía Chofi.
Hubiera continuado saboreando cada uno de esos momentos encapsulados si no fuera porque al agachar la mirada contempló la simetría de su sombra. Con los ojos paralizados se volvió a su espalda mientras la lluvia empezaba a caer otra vez, sólo que ahora tan aprisa que formaba un millar de hebras de agua; aún así pudo distinguir cómo un par de luces avanzaban destruyendo poco a poco aquellos hilos transparentes. No se movió, únicamente cerró los ojos. Después del impacto sintió un tremendo alivio; se quedó con los brazos extendidos como si quisiera abrazar las interminables hostias que le caían del cielo pero su cuerpo, casi inerte, sólo abrió la boca para probar sus últimos instantes de vida en gotas de lluvia.
chavo lecona